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Ubicado en lo alto de la villa, fue construido por los Próxita a finales del siglo XIII.

Edificio de estilo gótico y de planta cuadrada, organizado alrededor de un patio de armas cuadrado y un aljibe. En el patio se accede mediante un arco de medio punto. Flanquean la fachada principal, dos torres con almenas cegadas y ventanas góticas. En el ala norte, se han encontrado unas interesantes pinturas murales. Desde el patio se accede a la planta principal, por una escalera externa con galería cubierta, sostenida por unas columnas de fuste poligonal. Aunque en la época de su construcción se encontraba totalmente exento dominando la villa desde su elevada situación, hoy queda integrado en el casco urbano del pueblo y rodeado de edificaciones modernas. La construcción de este palacio-fortaleza tuvo que iniciarse hacia 1325, cuando Francesc de Próxita, tercer barón de la familia, decidió residir en la villa debido a su delicado estado de salud. Alrededor de esta fecha tuvo que levantarse el primitivo edificio, sobrio alcázar cuadrangular con cuatro torres en los lados. Los nuevos señores no habitaron regularmente en Llutxent, por lo cual la primera reforma de importancia tuvo que tener lugar después de 1522 para reparar los desperfectos causados por el frustrado asalto de los hermanados, sobre todo en su parte superior, realizándose además otras obras que le añadirían elementos renacentistas. Desde entonces su aspecto no tuvo que variar mucho hasta nuestros días, puesto que los posteriores titulares del señorío no mostraron demasiado interés por esta propiedad. Después de la abolición de los señoríos fue parcelado y vendido a particulares destinándose a viviendas hasta que en 1996 el conjunto fue adquirido por El Ayuntamiento para su recuperación y destinarlo en espacio público, obras que pretenden devolverle su esplendor y rehabilitar tan importante patrimonio, que ha llegado hasta nosotros relativamente muy conservado, en comparación con otros edificios parecidos. El palacio-fortaleza, construido fundamentalmente en base de argamasa y masonería, tiene la tradicional planta cuadrada alrededor de un patio central con aljibe subterráneo, y lados defendidos por cuatro torres rectangulares, todas ellas emmerlatadas en su origen, igual que los muros que las unen, aunque en el transcurso de los siglos sus remates han sufrido diferentes modificaciones. Estas torres se elevan un cuerpo por encima de las dos plantas que tiene el edificio, la fachada principal del cual muestra su entrada y las ventanas gótico-renacentistas que serían abiertas en el siglo XVI.

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